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Los errores comunes que provocan el mildiu

El mildiu nunca se presenta al azar. Este hongo, temido por los jardineros, se aprovecha de acciones inadecuadas y de un desconocimiento de las verdaderas necesidades del tomate. Espaciamiento insuficiente, riego mal manejado, plantación demasiado temprana… cada primavera, los mismos errores se repiten, favoreciendo la aparición de esta enfermedad criptogámica. No se trata solo de tratar, sino de anticipar. Al comprender lo que favorece su propagación, es posible proteger los cultivos sin recurrir sistemáticamente a tratamientos químicos.

1. No respetar el espacio entre las plantas de tomate

Al plantar demasiado juntas, se compromete la salud de las plantas desde el principio: la circulación del aire se ve obstaculizada, la humedad se acumula en el follaje, y el Phytophthora infestans encuentra un terreno propicio para su desarrollo.

Este error, a menudo relacionado con la falta de espacio o el deseo de optimizar el espacio, es uno de los más comunes en los huertos familiares.

Para limitar este riesgo, se recomienda respetar un espaciamiento de 60 a 80 cm entre cada planta, según el vigor de la variedad. Esta distancia favorece la aireación y reduce las salpicaduras durante el riego, dos condiciones desfavorables para el mildiu.

Sepa que es posible sembrar tomates tardíos desde abril para una cosecha hasta principios de otoño.

2. Riego mal controlado: una humedad persistente

Con demasiada frecuencia, el riego se realiza al azar, empapando hojas y tallos en el proceso. Sin embargo, el follaje mojado al final del día es un terreno ideal para la esporulación del hongo, especialmente cuando la temperatura cae durante la noche.

Para evitar esto:

  • Riegue solo al pie de la planta, sin mojar las partes aéreas
  • Intervenir por la mañana, para dar tiempo a que las posibles gotitas se evaporen

La adición de un acolchado, como heno o BRF bien descompuesto, permite mantener la frescura del suelo al tiempo que impide la subida de humedad en los tallos.

3. Plantación precoz: condiciones inadecuadas

La tentación es grande de plantar en cuanto los primeros días de abril. Pero un suelo todavía frío bloquea el enraizamiento, retrasa el crecimiento y debilita las defensas naturales de la planta. Este estrés fisiológico hace que el tomate sea más vulnerable a los ataques fúngicos.

Por lo tanto, es preferible esperar a que la temperatura del suelo se estabilice por encima de 14 °C, incluso por la noche. Según la ubicación, esto a veces retrasa las plantaciones hasta mediados de mayo, pero esta paciencia se traduce en plantas más vigorosas, mejor preparadas para enfrentar las agresiones externas.

4. Ausencia de tutorado y poda: un follaje de riesgo

Dejar que las plantas de tomate se extiendan por el suelo, o se desarrollen sin control, crea un microclima húmedo en la masa foliar. Las hojas en contacto con el suelo o los chupones no eliminados limitan la luz y favorecen la aparición del hongo.

El entutorado vertical, mediante tutores o jaulas, combinado con la eliminación regular de los chupones, permite estructurar la planta, airear los niveles inferiores y proteger los frutos del contacto directo con el suelo.

5. Tratamientos excesivos: una falsa seguridad

Algunos jardineros pulverizan sistemáticamente caldo bordelés desde las primeras lluvias, pensando prevenir eficazmente la aparición del mildiu.

Sin embargo, estos productos, utilizados sin discernimiento, no sustituyen a las prácticas culturales rigurosas. Incluso pueden dañar la microfauna útil y provocar una acumulación de cobre en el suelo.

La mejor prevención sigue siendo natural: espaciamiento adecuado, riego razonado, calendario de plantación ajustado, poda reflexiva. Estos gestos simples suelen ser suficientes para mantener la enfermedad a raya.