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Las plantas para aumentar la biodiversidad de los jardines

La biodiversidad no se invita sola a un jardín. Se establece donde se reúnen las condiciones para albergarla, nutrirla, darle de beber. Apostando por una vegetación autóctona y variada, los jardineros pueden recrear ecosistemas funcionales, capaces de atraer insectos, aves y microfauna. Estos equilibrios naturales se entretejen a partir de una selección rigurosa de plantas favorables a la vida. Lejos de las plantas exóticas estériles o ornamentales desconectadas del entorno, algunas especies se integran armoniosamente en una dinámica ecológica local. El jardín se convierte entonces en un refugio tanto como en un lugar de cultivo.

Las plantas preferidas por las mariquitas

Aliada de los huertos y de los macizos floridos, la mariquita regula naturalmente las colonias de pulgones. Para incitarla a instalarse duraderamente, se pueden activar dos palancas. Primero, la introducción de plantas nectaríferas como:

  • el cornejo macho (Cornus mas)
  • las flores del avellano
  • el diente de león
  • la centaura

Luego, el cultivo de especies colonizadas por los pulgones mismos, verdaderas despensas para las larvas:

  • capuchina
  • hinojo
  • haba
  • borraja
  • rosal
  • seringata

Favorecer estas plantas permite atraer tanto a las presas como a sus depredadores, en un ciclo virtuoso que limita los tratamientos químicos. Para deshacerse de algunos insectos, piense en colocar trampas efectivas para mosquitos en su jardín y disfrutar plenamente de sus exteriores.

Floraciones nectaríferas y polinizadores

Mariposas, abejas domésticas o silvestres, sírfidos: todos dependen de una floración continua. Las plantas melíferas aseguran este recurso produciendo néctar y polen desde la primavera hasta los primeros fríos.

Entre las más adecuadas para un jardín ecológico figuran la lavanda oficinal, la frambuesa remontante, el trébol blanco (Trifolium repens), la valeriana roja, la madreselva trepadora, el aciano o la dedalera purpúrea.

Mención especial para la hiedra común, cuyas inflorescencias otoñales son preciosas cuando las otras floraciones desaparecen. Las mariposas blancas aprecian en particular el orpín, el cardo y el budlea (Buddleja davidii), cuya floración estival actúa como un verdadero reclamo para los polinizadores.

Alimentar y proteger a las aves

Las aves insectívoras o granívoras dependen de la estructura del jardín para alimentarse, esconderse, anidar. Las plantas fruto y los arbustos con bayas juegan aquí un papel central.

Las especies más nutritivas según la LPO son los manzanos, perales e higueras por su abundante fructificación. El escaramujo, el espino, el cornejo sanguíneo, el serbal de los cazadores, el saúco negro o el euforbio europeo ofrecen bayas ricas en lípidos, útiles al final del verano o en otoño. La hiedra, en invierno, se convierte en un recurso precioso gracias a sus frutos persistentes.

Algunos arbustos también aseguran una cubierta vegetal permanente, propicia para la nidificación: piracanta, madroño, amélanchier de Canadá.

Los árboles caducifolios, pilares de los ciclos naturales

Los vegetales caducos participan en el enriquecimiento del suelo mediante su mantillo de hojas. Su follaje nutre a los microorganismos descomponedores, mientras que las ramas muertas sirven de material a muchas especies. Las perennes como el áster, el epilobio o la escabiosa crean un estrato intermedio entre las hierbas rasas y los arbustos, favorable para una fauna discreta. Este mosaico vegetal es indispensable para la estabilidad de los medios vivos.

Crear un prado florido en su jardín

Lejos del césped estéril, el barbecho florido constituye un espacio exuberante de vida. Atrae decenas de especies de polinizadores, reduce el trabajo de mantenimiento y renueva la diversidad florística del jardín. Entre las plantas más comunes a introducir:

  • amapola
  • zanahoria silvestre
  • aciano
  • milenrama
  • cosmos
  • lino rojo
  • campánula
  • bugula rampante
  • hipérico

Una siembra en marzo o en septiembre, sobre suelo ligeramente descompactado, permite una floración escalonada hasta las primeras heladas. Algunas especies se resiembran espontáneamente, asegurando la perennidad del barbecho.